Hablando de menores, como padres deberíamos de ser capaces de dejar a un lado el rencor, los “malos rollos”, los malos deseos, o la simple voluntad de hacer daño “al/a la otr@” aprovechando, para ello, a los propios hijos que, al final, son las víctimas inocentes del proceso de separación/divorcio de sus padres.