Hoy en día, quien más, quien menos, dispone de un ordenador de sobremesa, de un portátil, de un smartphone, de una tablet, de un reloj inteligente... Desde los mismos podemos acceder a nuestro correo electrónico, buscar información, enviar mensajes, almacenar fotos, entrar en las redes sociales, guardar documentos, entrar en la banca online...
Siendo así, podemos decir que en estos dispositivos se desarrolla y guarda buena parte de nuestra vida privada.
En casa, o en la empresa, tenemos cerrada la puerta para evitar que “se cuele” quien no debe, lo que, por desgracia, no garantiza que realmente no vaya a acceder alguien sin nuestro permiso. Para reforzar la seguridad en el hogar, local o empresa, podemos poner una alarma como una medida adicional disuasoria (lo que, aunque no garantiza que no vayamos a tener una “visita no deseada”, quizás ésta se lo piense un poco más antes de entrar).
Con el tema de los dispositivos tecnológicos tenemos una cierta sensación de seguridad, porque, al fin y al cabo, el dispositivo lo tengo yo y si no me lo roban o no se destroza, ahí está. Ésta es una falsa creencia, porque el hecho de que no veamos lo que hay detrás de la pantalla no quiere decir que no hayan individuos que quieran acceder a la información, documentos, fotografías... que tenemos almacenadas en el smartphone, la tablet, el portátil... (ya sea hacer daño, por venganza o por pura diversión).
Cada vez hay más consciencia de ello y, por ese motivo, aumenta el número de personas que utilizan antivirus, antispyware o firewall (cortafuegos). Sin embargo, aunque la utilización de estas herramientas es útil y muy recomendable, se tiene que acompañar con la adopción de una serie de precauciones que, aunque no constituyen una garantía, son medidas que nos ayudarán a estar más protegidos.
Entre otras, y por poner algún ejemplo, podemos adoptar las siguientes cautelas:
- Utilizar antivirus, antispyware, firewall, antispam y antiphishing, y mantener actualizadas estas herramientas.
- Mantener actualizados el sistema operativos y el navegador.
- No acceder a cuentas privadas desde redes wifi abiertas o a través de ordenadores de uso público.
- No abrir correos electrónicos de remitentes desconocidos y, si por algún casual se abren, no acceder a los archivos adjuntos ni clicar en los enlaces que puedan contener.
- Utilizar contraseñas robustas formadas por mayúsculas, minúsculas y símbolos, con un mínimo de 8 caracteres, que no consistan en el nombre del usuario, o en el nombre y apellidos reales o en el nombre de las mascotas, ni en fechas de nacimiento u otras significativas...
- Descargar archivos sólo desde fuentes fiables o sitios de confianza.
Acabamos este post recordando que
el acceso no autorizado a la información contenida en los dispositivos de otra persona es un delito